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lunes, 18 de noviembre de 2013

UN CLARO REFLEJO DE LA SOCIEDAD

Por Patricia Costanzo 


Turistas sorprendidos.  No encontraron explicación al vandalismo y la desidia. (FOTO: Costanzo)
Desconcierto y gestos adustos. Es la imagen que devuelven las caras de extranjeros por carteles rotos, calles colmadas de papelitos y botellas vacías en Vuelta de Rocha, La Boca. El asombro se acrecentó  durante el tránsito, por las callecitas empedradas,  por la ausencia  de policías.
Los focos más conflictivos parecen invisibles. Dan la sensación de no existir;  pero están en el centro de las convergencias étnicas que pueblan el centro turístico de la zona sur de la Ciudad.  

Casi sin darse cuenta, invade la desidia. En cada lugar con ribetes atractivos para los visitantes reina la ausencia de un papelero,  faltan restos de una obra de arte o pedazos de un cartel informativo. Es casi una constante, pero en cada espacio emblemático se nota el descuido de aspectos que deberían brillar por su rica y vasta historia. 

Apenas a  50 metros, tras bajar  de un micro,  turistas chinos y alemanes quisieron conocer  (en cuadro informativo) el nombre de las calles y puntos vecinos del lugar en el que desembarcaron para conocer el espíritu del pasado argentino. Sin embargo  se encontraron con la primera sorpresa: el cartel luminoso se asemejaba a un rompecabezas.  Por supuesto que sin las piezas que lo conformaban,  la imagen se transformó en una  faceta  triste alimentada por rasgos de esta sociedad.


La visita siguió por el reconocido  Caminito. Los artesanos completan una escenografía característica del barrio portuario; los extranjeros recorren minuciosamente cada rincón sin perder detalle. Todo parece transcurrir en un plano normal y tranquilo. Algunos, tal vez la mayoría, desconocen el manejo y la disputa entrelazada con “trapitos” y arrebatadores que ponen en riesgo sus integridades.  
Ambos grupos son parecidos, pero  distintos. Unos pujan por una propina establecida (presión violenta mediante) a los automovilistas; los otros tienen incorporado, casi como un arte,  la disciplina de arrancar elementos valiosos y emprender fugas similares   a las películas de acción.
 En ocasiones las riñas entre ellos se teje por el “territorio”, en el lenguaje de la calles el terruño es motivo de peleas violentas para dirimir quien dispone del espacio.

Esas son escenas cotidianas que los turistas, entusiastas por llevar un buen recuerdo, desconocen. En marzo; una batalla, “de las de siempre”,  generó algunos heridos neutrales que solamente tomaban fotografías. 
“Son los de siempre, empezaron a discutir por los metros que le correspondía a cada uno para cuidar los coches (autos). No pensamos que llegaría a tanto, pero cuando vimos que sacaron navajas: guardamos las mercancías  para evitar problemas”, confió  Emmanuel, un pintor de cuadros que fue testigo privilegiado de la revuelta entre “cuida coches”. 

Paradójicamente los riegos y la desidia no disminuyen el turismo en Buenos Aires. Tal vez porque no son promocionados en los paquetes turísticos. Aun así, desde  el Gobierno de la Ciudad elaboran  un plan (sobre ensayo y error) para la erradicación de los “trapitos”.  Quizás ese sea el comienzo para librar a todos de los ataques, robos y “presiones voluntarias”, en conjunción con la reparación de carteles informativos y la limpieza en las calles. 


¿Será es la solución para combatir el vandalismo?, ¿Sé terminarán los robos?, ¿el abandono?  Tal vez sea utópico pensar en una sociedad pura y mansa. El problema real  es la violencia y eso no parece tener limitaciones, menos la posibilidad de extirparla.  

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