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lunes, 11 de noviembre de 2013

LA FÁBRICA DE HACER TÍTERES

Por Gabina Lourteig

Títeres de varilla                                         (Foto: Lourteig)
Haydée  es artesana y hace títeres que vende en su puesto en la feria del Parque Centenario. Estos coloridos muñecos están tallados en goma espuma, y su talladora utiliza dos técnicas, la de guante y de varilla.

¿Cómo fueron tus comienzos en el oficio?
El mundo de Haydée                              (Foto: Lourteig)
En realidad estudiaba en la escuela para titiritera, hice los dos años en Avellaneda y justo cuando terminé la escuela empecé a viajar y era una cosa muy copada y muy noble que me permitía viajar. Aprendí a hacer artesanías y con eso te movilizabas de un lugar a otro, eso y un poco también las funciones. Nació un poco de eso, del  viajar para mantenerse.

¿Cuándo empezaste con este emprendimiento?
En el ‘95 terminé la escuela de títeres y empecé a viajar. Igual un poco tiene que ver con mi vida porque muchos años antes, cuando tenía 16 años, mi vieja estudiaba Bellas Artes entonces tenía varios amigos que eran artesanos y me habían enseñado algo. Yo ya sabía hacer “arbolitos de la vida”, lo primero que hice fueron caleidoscopios, cosas que una va aprendiendo y que te gusta, y esa fue la primera incursión. Pero después, tendría 20 años cuando comencé a viajar y realmente lo empecé a hacer, esto de fabricar mis títeres, no sólo para usarlos en las actuaciones sino que los hacía para venderlos y eso me costó un huevo, porque una cosa que vos creaste y después te tenés que desprender, cuesta,  la verdad que me costó un montón hasta que me acostumbré y se convirtió en vivir de esto.

Entonces los títeres ¿eran para vender o para las funciones?
Hacía las funciones con mis muñecos y tenía un paño chiquito de 10 ó 15 títeres para vender y estaba con el padre de mi hija que trabajaba con alambre y con eso viajábamos, vendíamos y a veces hacía funciones también.

¿Cuándo decidiste dejar de viajar para ubicarte en una feria?
Títeres en Parque Centenario                      (Foto: Lourteig)
La verdad que acá en Buenos Aires no me gustaba, no lo veía como para mí…viste que cuando viajás, te gusta viajar y no te gusta estar en la ciudad. Hubo mucho tiempo en que esto estaba parado, el tema de los ingresos a las ferias, que se abra la fiscalización para los ingresos. Yo me anoté en el ’96 y en el 2000 me llaman, estando en Neuquén que había ingresado y que tenía que presentarme para elegir la feria en la que quería ingresar. En ese momento las ferias de ingreso eran Centenario, Plaza Italia, Parque Lezama, Houssay y Caminito (jueves y viernes).
  
¿Elegiste Parque Centenario?
Títeres de guante                                          (Foto: Lourteig)
Y si, mucho no me gustaba el tema de la ciudad, pero me dije que si tengo que estar en la ciudad voy a elegir un parque que tenga verde, que sea lindo. Los demás lugares, salvo Lezama –que es un parque lindo pero está como muy muerto, no tiene la misma vida que hay acá- en ese momento, bueno…y ahora también. Entonces elegí Centenario y en el 2000 se hacen los ingresos, me llaman por teléfono y tuve que volver de un encuentro en Neuquén donde estaba trabajando de artesana y vine, me presenté e ingresé. Fueron tiempos difíciles. El 2000 fue un año difícil donde llegué a replantearme si me quedaba o me iba. Pasaron casi dos años de irme a mi casa sin haber abierto caja, de estar hacinada en esta feria que en esa época era mucho más grande y me tocaba el peor lugar, al final, adelante del choripanero.

Para grandes y chicos                                 (Foto: Lourteig)
¿Estabas mezclada con una feria paralela?
Sí, pero esa paralela era distinta, era una paralela de artesanos y no era tan grande como la última que hubo antes del último enrejado que hicieron este año. Era respetable, muy diferente a lo que vino después.

¿Alternabas con otro laburo como para tener un ingreso extra?
Siempre me manejé con los viajes y así fue creciendo mi producción, en cada viaje. Ya era artesana antes de ingresar.

¿Das talleres en escuelas o instituciones o clases a alumnos como para sumar otra entrada?
No, alumnos no. Talleres he dado para eventos que armamos acá en el parque, o para amigos, o para cumpleaños o escuelas que te piden, pero indiscriminado, por ahí me cruzo a una maestra que me pide si puedo ir para dar taller y si hay onda, voy. Pero no quiere decir que me dedique en hacer talleres o vivir de ellos. Puedo cobrarlos o no, por ejemplo hice un taller para chicos discapacitados y no lo cobré y lo hice en una escuela recheta de Palermo que la mina me quiso pagar y lo cobré; todo depende. Para mí el trabajo pasa por ese lado, uno sabe cuando lo tiene que cobrar y cuando uno lo tiene que hacer porque lo tiene que hacer, porque es dar algo a alguien que lo necesita y que no pasa por el dinero.

¿Tuviste dudas para seguir trabajando de la artesanía?
Dudas con respecto a mi trabajo nunca tuve. Ya hace 18 años que vivo de los títeres. Sí la pasé mal con el tema de la paralela, ahí pensé que tenía que buscarme otra cosa y no era por una cuestión de competencia, era porque la feria era tan grande, que la gente no llegaba a ver lo mío. Nosotros estábamos escondidos acá, fue terrible lo que pasaba.

¿Cómo organizás tu semana para armar tu paño, tu producción y cómo son tus ventas?
El tema de las ventas es una lotería. Ahora que el parque está mejorado las ventas cambiaron y el público volvió a acercarse. Hubo un tiempo en que los vecinos no querían venir por el estado en el que estaba el parque. Lo de vender más un sábado que un domingo es relativo porque a lo mejor un sábado no hay nadie y vendo un montón porque por ahí viene una gente exclusivamente para comprar, y el domingo está lleno de gente y vendés hasta ahí, porque están todos paseando también. No se puede medir. Y con respecto a cómo me organizo, el lunes, martes y miércoles tallo, el jueves pinto y el viernes visto y el sábado vengo a la feria. Toda mi producción la hago yo, a mano, con tijeras, no uso máquinas.

¿Tenés que reponer mucho o tenés en stock?
Los títeres de Haydée                             (Foto: Lourteig)
Ahora estoy laburando bastante porque de estar tantos años en la feria tengo clientes y cuando caen, te dicen: “necesito esto, esto y esto” y te descontrolan todo; repongo como puedo, pero para crear me falta tiempo, no puedo hacer todo. En general trato de reponer de una semana a la otra lo que vendí y si puedo, un poco más. Y si tengo la suerte de vender todo, y bueno, me quedaré dos semanas laburando hasta completar el paño. No tengo un stock enorme y saco de ahí cuando hay un faltante.

Tus títeres ¿atraen más a los chicos o los grandes?

En general mi público es variado. Tengo mitad y mitad, adultos y niños. Tuve que cambiar también porque al principio sólo hacía para adultos, por una cuestión de estilo, y tuve que incorporar animales para atraer también a los chicos más chicos. Pero siempre tuve un público desde los 8 años hasta los 50. Lo que expongo aquí son títeres de guante y varilla, pero a pedido te hago títeres gigantes, marotes (que te metés adentro), marionetas, pero no los traigo a la feria, sí he traído títeres de mesa.

¿Hacés seguido intercambio en otras ferias?
Hace cuatro años que no me voy de intercambio, tal vez sea que aquí estoy cómoda, tengo como cierto sentido de pertenencia, no tengo ganas de irme de intercambio. El intercambio implica llevarte tus cosas a otra feria y no saber donde dejarlas y sobre todo no tener a tus amigos, tus compañeros, acá no son sólo los que están al lado, vos llegás y te saludás con todo el mundo, tomás mate acá, tomás mate allá. Eso en otra feria no lo vivo.

¿Harías artesanías y títeres si las agujas del reloj retrocedieran?
Sí, haría exactamente lo mismo, porque es lo que me gusta.



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